Una vez más, vienen dos meses que nos traen fiestas importantes para nuestra vida cristiana. Con la invitación siempre presente a mantener en alto la Luz de la Pascua y la llama ardiente del Espíritu de Pentecostés. Y en la mesa de nuestros humildes Emaús, redescubramos siempre la Presencia del Resucitado que comparte con nosotros su Pan, su Eucaristía para nuestros caminos no siempre fáciles. María estará presente en todo momento, como lo estuvo con los Apóstoles que experimentaron el gran milagro del que nos habla el beato Pedro Vigne.
